Y NO LLORÉ...
(Legado de una despedida )
No quería
llorar, y no lloré. Aquella tarde todo cambiaría para los dos. La distancia que
nos separaba iba a verse aumentada en unos cientos de kilómetros, pero no
lloré. Tímido, acerté a sacar mi regalo de despedida del bolsillo de la
sudadera, y de paso, encontré los pañuelos que me había guardado al salir de
casa. Pero no lloré. No había tenido mucho tiempo para envolverte mi regalo,
pero lo más importante aquella tarde, no eran los materialismos. Tú te ibas
lejos y yo, me quedaba sin poder hacer nada.
Las cadenas
que nos unían, finalmente se romperían por mucho que intentamos estirarlas; al
final, se rompieron. Nos prometimos escribirnos, llamarnos, vernos de vez en
cuando… Al principio lo conseguíamos y durante algún tiempo seguimos en
contacto. Nos mentimos. La distancia se hizo cada vez mayor, las palabras eran
cada vez más débiles y las conversaciones se hicieron superfluas. Nos perdimos
sin apenas darnos cuenta.
Y al desenvolverlo, tu mirada
delató la sorpresa al no entender que te daba. Pero aún así, no lloré. Y
entonces, te agarré las manos y acerqué aquel tarro de cristal a mi mejilla.
Cuando tus dedos rozaron mi piel, sucedió lo que esperabas. Mis ojos se
humedecieron y una lágrima resbaló hacia tu dedo, y de tu dedo escapó hacia el
tarro.
Y ese día no lloré, porque todas
mis lágrimas las había encerrado en ese tarro para poder así regalártelo. En
ese bote, capturé cada lágrima que había derramado en los últimos días al
pensar que te perdía. Al pensar que jamás volvería a tenerte como te había tenido.
Al pensar que jamás me consolarías con tus abrazos en los malos momentos. Al
pensar que tu sonrisa no volvería a iluminar mis mañanas. Al pensar que te ibas
sin haberte dicho antes cuanto te quería. Pero no lloré, porque no me quedaban lágrimas
que derramar por ti.
Y al despedirte, me besaste la
mejilla y no lloré. Y me saludase desde la ventana del vagón llorando pero sin
abandonar tu sonrisa, y no lloré. Y cuando el tren comenzó a alejarnos,
descubriste una caja en tu americana y la abriste y estaba vacía. Y pronto te
levantaste y preguntaste a gritos por el significado de esa caja. Pero yo ya
caminaba cabizbajo con las manos en los bolsillos. Pero yo ya daba la espada a
tu ventana y no me oíste murmurar: ” Esa caja esconde todos los besos que me
hubiese gustado darte, pero no te di. Cuando en el olvido, intentes recordarme,
abre la caja, coge uno de mis besos y recuerda, que aunque nunca te lo dije,
yo, te quería. Buen viaje y hazme un favor, se feliz”.
Y sí; te traicioné. Prometí
regalarte cada una de las lágrimas que brotaron por ti. Pero solo pude
regalarte las lágrimas que derramé hasta la despedida. Pero en la despedida….no
lloré.